Leonera tuvo un lanzamiento internacional de primera categoría. El 5° largometraje escrito y dirigido por Pablo Trapero (Mundo grúa, El bonaerense, Familia rodante, Nacido y criado) fue la segunda película presentada en la pasada competencia oficial del festival internacional de Cannes, la meca del cine de autor.
De yapa, tuvo dos proyecciones a sala llena, una por la mañana, para el público en general, y otra por la tarde, para el jurado y la crítica acreditada de decenas de países del mundo. Ambas funciones se llevaron a cabo en el recinto mayor, la tradicional sala Lumière, con capacidad para 2.500 personas.
En abril, cuando apareció la noticia de que Leonera había sido seleccionada oficialmente en la edición 61ª del prestigioso certamen, Trapero comentó a este diario: “Me lo estoy tomando con soda”. Hoy brindaría con otro brebaje por el éxito boca a oreja que tiene su película más temáticamente arriesgada a la fecha en las proyecciones previas que hubo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en el extranjero. “Más allá de las buenas críticas, el recibimiento fue muy afectuoso”, confiesa Trapero.
Leonera es la historia de una mujer embarazada a la que encierran por asesinato y que da a luz dentro del pabellón de internas donde viven las madres en presidio junto a sus recién nacidos. La protagonista y productora ejecutiva es Martina Gusmán, esposa y socia de Trapero. Y madre de sus dos hijos.
–Martina, ¿cómo preparaste el personaje?
–Hubo mucha investigación, en paralelo a la escritura del guión. Nos llevó casi un año. Visité penales, tuve entrevistas con mujeres presas, con el servicio penitenciario, con abogados, con jueces, con niños, con personas que habían vivido situaciones como las de mi personaje y fui tomando pequeños fragmentos de esas historias y las hice mías.
Por supuesto que Martina no llegó al límite de recluirse sin comida y sin agua como Daniel Day-Lewis cuando preparó su rol de En el nombre del padre. “No pasaba noches en la cárcel, pero sí muchísimas horas encerradas en un patio con las reclusas, tomando mate, charlando, viviendo situaciones similares. Pero nunca fui extremista”.
–¿Por qué una cárcel de mujeres?
–(Pablo): Antes de pensar en película de cárceles, pensaba en una historia sobre la maternidad. Incluso todo vino desde antes, cuando decidimos con Martina hacer una película juntos. Cuando nos conocimos, ella trabajaba en producción. Y es actriz desde muy chiquita. Mi propuesta era devolverle esa pasión.
–¿Qué se oye dentro de una cárcel?
–(Martina): Muchas puertas que se cierran y se abren, todo el tiempo. Cualquier pequeño sonido se amplifica y retumba. Mucha reja, mucho cemento. Allí casi todo es de metal. Hay ecos todo el tiempo. Diferentes capas de sonido. Voces, gritos, llaves que chocan, pasos. Mucho sonido a fierro.
–El clima sonoro de la autoridad, literalmente.
–(Martina): Exacto. Está hecho para inhibir. Así como los colores. Todo es monocromático. Todo es gris. Se vive y se palpa la sensación de falta de horizontes. El conjunto configura un clima de aplastamiento insoportable.
Presas
–El cine argentino explotó el subgénero de cárcel de mujeres con títulos como “Atrapadas”. ¿Cómo le hablarían de “Leonera” al espectador que busca algo así?
–(Pablo): Al ser una película que transcurre en la cárcel, Leonera también transita algunos de los códigos del cine carcelario. Pero desde otro lugar, porque es otra la historia que cuenta. Usé esos códigos porque vienen de la cárcel, y no del cine. No fuerzo al público mostrando tetas. El que vaya a ver una película porno soft, se va a decepcionar. Pero puede encontrar otros elementos para disfrutar.
–¿El contacto con la cárcel les dejó alguna secuela?
–(Martina): Ver niños en cautiverio me movilizó mucho. Y darme cuenta de los beneficios que tenemos los que estamos en libertad. Todo es diferente dentro de una cárcel. Los ruidos son diferentes, los olores son diferentes, el gusto de la comida es diferente; los cinco sentidos se modifican en función de ese entorno.
¿Qué es lo más fuerte que vivieron en el proceso de la película?
–(Martina): La primera vez que entré a la cárcel de Los Hornos, donde nos autorizaron. Primero me hicieron entrar a un pasillo que conducía a un patio. Me dijeron que fuera para allá y me cerraron la puerta a mis espaldas. Yo había empezado a caminar pensando que la celadora me iba a seguir. Pero me dejó sola. Pensaba “esta mujer está loca” porque de repente estaba yo caminando sin nadie por un lugar completamente desconocido. Igual no eran presas peligrosas. El 80% de las mujeres que estaban en Los Hornos, estaban por robo o por droga, por una necesidad impulsada por la pobreza.
–Alguna clamaba su inocencia.
–(Martina): Lo primero que te dicen todas es que son inocentes, porque en realidad son víctimas de una situación.
–Como los casos de violencia doméstica.
–(Martina): Claro. Cuando vos vas a ver a un abogado, lo primero que te dice es que no importa lo que pasó sino lo que digamos que pasó. La realidad se empieza a construir y llega un momento en que los datos se repiten tantas veces que se empieza a perder la noción de lo que creemos que es la realidad y los datos ficticios.
–Como ocurre en la tradición oral.
–(Martina): Igual. También nos pasa con los recuerdos. Juntá a tus amigos para rememorar un evento de hace 15 años y cada uno tendrá una versión diferente de los hechos. La memoria fragmenta sus archivos y las posibilidades terminan por teñir la objetividad.
Enjauladas
Leonera tuvo la intención firme de denunciar esa realidad. Fue mostrada en el Ministerio de Justicia, la vieron diferentes jueces, jueces de menores y en un momento hubo una instancia donde se empezó a reactivar la ley. Luego explotó la crisis del campo con el Gobierno y todo se paralizó. “Ahora hablan de la posibilidad de reflotar la discusión. Ojalá derive en un proyecto de ley. Desconfío que el cine tenga tanto poder transformador, pero uno puede aportar su granito de arena, provocar un debate”, dice Gusmán.
–Si a vos te pasara lo mismo que a tu personaje, ¿qué reclamarías como interna?
–(Martina): Principalmente, reclamaría la modificación de la ley. Los niños no tienen que estar presos pero también tienen que estar con su mamá. La justicia debería evaluar cada paso puntual y ver si existe la posibilidad de prisión domiciliaria para algunos. Yo cumpliría la pena, pero en un contexto donde pueda criar a mi hijo.
–Pablo, tus películas abordan conflictos personales pero en un orbe social explícito. ¿Es una elección consciente?
–Creo que sí. Pero es también un poco al revés. Nosotros formamos parte de una sociedad y todo lo que vivimos la afecta. Me gusta trabajar sobre ese universo entre lo privado y lo público que cada uno lleva en su vida, porque somos parte de un grupo social mucho más grande. El vínculo entre la vida íntima y la vida social me interesa en lo cotidiano, pero también en el cine. Está en todas mis películas.
–“Leonera” ajusta más aún ese vínculo porque la cárcel es una institución creada justamente para dividir lo público de lo privado.
–Totalmente. El cine es un momento de entretenimiento y emoción, pero también accede a la posibilidad de llegar a universos que nos son completamente ajenos.
lavoz.com.ar
Noticias del cine en español. No están todas pero si las mejores noticias del cine español.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario